Comunidades acogedoras, hoy comenzamos el Caoítulo 4, Pastoral CON migrantes
Comunidades acogedoras y misioneras Identidad y marco de la pastoral con migrantes Exhortación pastoral
Documento aprobado por la CXXIV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española celebrada en Madrid del 4 al 8 de marzo de 2024.
Nota Bene.- Hoy, 15 de Mayo, empezamos el Capítulo 4, que resalta la importancia de una Pastoral, no sólo para los migrantes, sino junto con ellos. Ellos deben ser no solo receptores sino agentes, como nosotros, de esa Pastoral.
Capítulo 4. Claves de transformación: de una pastoral para a una pastoral con
40. Como venimos diciendo, es en las causas que provocan la movilidad humana forzada, así como en la ineficaz respuesta de los Estados para gestionar los flujos migratorios de otra manera, donde se alojan los problemas, no en los efectos. Las personas migradas no son un problema, «son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos» (FT 133). En La Iglesia en España y los inmigrantes (2007), ya se nos invitaba a considerar las migraciones un kairós. La presencia de nuevos migrantes nos obliga a ajustar los procesos evangelizadores teniendo en cuenta cómo han cambiado el lugar y las condiciones concretas de los destinatarios. Cada diócesis debería analizarlo de forma nueva y diseñar una pastoral misionera de conjunto que tenga en cuenta esta realidad. Eso significa que cada Iglesia local tiene el reto de renovar una pastoral con migrantes concreta que abarque todas las dimensiones pastorales, con una pedagogía propia y una aten[1]ción con estilos y lenguajes adaptados, que respondan a parámetros más misioneros. Es una tarea amplia e intensa, pero no la haremos solos, sino apoyados por los diversos servicios eclesiales tanto de zona como de la Conferencia Episcopal.
41. Como decía san Juan Pablo II: la llegada de inmigrantes de los paí[1]ses considerados como de «misión» ha abierto un nuevo ámbito de la «misión ad gentes», además de los territoriales y culturales. La acción misionera del primer anuncio también puede y debe hacerse en nuestro país. La misión ad gentes de la que nos habla el Concilio Vaticano II tiene su lugar y necesita una reflexión en cada parroquia y comunidad que quiera abrirse a la realidad intercultural. La pastoral con migrantes, con el caudal de experiencia de las personas migradas, ofrece pistas abiertas a la novedad, apoyando procesos de catequesis, de evangelización, de participación en el ámbito litúrgico, celebrativo u organizativo, sin temor a hacer nuevos intentos o experiencias pastorales en comunión con sus pastores. Esto requiere un trabajo de reflexión y animación diocesana que procure a los migrantes según su propia idiosincrasia, la cercanía y acompañamiento necesarios para evitar una nueva migración a otros lugares o cultos no católicos donde se sientan más arropados y acogidos también espiritualmente.
4.1. En comunidades significativas: acogedoras y misioneras
- Muchas comunidades del presente, pero sobre todo las del futuro, son y serán cada vez más culturalmente diversas, más parecidas al acontecimiento de Pentecostés. Es una realidad positiva que pondrá a prueba nuestra catolicidad y capacidad de acogida, armonización e integración de identidades culturales que irán confluyendo en nuevas síntesis, como sucede en la Iglesia católica de otros países. Esto requiere iniciar ya como Iglesia una reflexión capaz de ayudarnos a vivir con sentido los desafíos de esta realidad emergente. Requiere aclarar qué entendemos por acoger e ir preparando la forma que la Iglesia de España adoptará en el futuro. Acoger no es solo dar la bienvenida, sino extraer consecuencias del enriquecimiento mutuo y recíproco entre quienes acogen y son acogidos. Preguntarnos qué dones aportan y no solo qué desafíos traen quienes son culturalmente diferentes. Qué tipo de nueva identidad y nuevo rostro adquiere la comunidad y cómo esto puede suceder sin miedo a sentirnos desarraigados tanto acogidos como acogedores. Así, por ejemplo, reconocemos como un don la presencia de católicos de otros ritos con su rica liturgia, o los acentos propios de las comunidades asiáticas, africanas o latinoamericanas con sus costumbres, su religiosidad popular y sus tradiciones que se unen a las autóctonas en una armonía diversa, una tensión creativa.
- Se trata de iniciar procesos de escucha activa, adecuación y transformación de las comunidades a la nueva realidad para que ese futuro común sea un «hogar» para todos. La Iglesia tiene que ser una casa acogedora, con las puertas siempre abiertas. «Las iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se deben llamar iglesias, se deben llamar museos». Al mismo tiempo hemos de evitar reducir la acogida simplemente a tener las puertas abiertas y esperar a que los migrantes entren o a entender «acogida» como «asimilación». Acoger implica ir al encuentro de las personas y descubrir a Dios presente en la vida de personas, familias, pueblos y ciudades, salir de las zonas de confort. Al mismo tiempo, la acogida se ejerce con la paciencia necesaria en los procesos, para dar tiempo a las generaciones de modo que nadie se sienta desplazado de nuestras comunidades por su idioma, situación económica o administrativa, costumbres o formas de religiosidad. Las comunidades han de ser para todos el lugar del encuentro con Dios en un territorio concreto que se sigue esforzando por crear familia fraterna. Incluso si se trata de una comunidad pequeña o frágil, la actitud es lo que cuenta; siempre puede estar abierta a recrearse y entenderse como pequeña fraternidad de referencia para compartir fe y vida también cn los que vayan llegando