Pero no todo es malo para los inmigrantes en Italia

Terapia para dejar atrás las torturas

El centro SaMiFo forma parte de la sanidad pública italiana y atiende cada año a 2.200 migrantes que arrastran las cicatrices de su viaje a Europa

RODRIGO MORENO QUIRÓS

FUENTE, ALFA&OMEGA, nº 1335, del 21 al 27 de diciembre de 2023, pág. 9

Ahmed no quiere que le saquen fotos ni dar su verdadero nombre. Teme que en su país haya políticos pendientes de sus movimientos. «Solo puedo decir que soy de Egipto», revela desde una consulta de SaMiFo (Salud para Migrantes Forzados), un centro del sistema público de salud italiano situado en Roma y que desde 2006 presta atención médica y psicológica a solicitantes de asilo con estrés postraumático o que hayan sufrido torturas.

A su lado, la tunecina Ahlem Ammar, mediadora cultural, le traduce del árabe: «La psicóloga me está ayudando mucho. Llegué hace poco a Italia y me ha pasado de todo. También tengo mucho estrés por los problemas que pasé en mi país de origen». No quiere explicar si sufrió torturas, pero Amnistía Internacional denuncia que en 2022 se produjeron «al menos 50 muertes bajo custodia [policial] en circunstancias sospechosas y respecto a las cuales existían informes de negación de atención médica o tortura». Y Human Rights Watch señala «una campaña de arrestos e intimidación» previa a las recientes elecciones. Ahmed salvó la vida huyendo a Suecia, pero desde allí fue deportado a Italia por ser la primera nación europea que pisó. Desde mayo, cuando llegó, hasta que encontró una alternativa habitacional en agosto, pasó tres meses en la calle.

«Hay muchos casos de gente que ha llegado aquí destruida», explica Ammar. «Tienen tantos síntomas depresivos que, tras una primera sesión, se niegan a venir otra vez», denuncia la mediadora en el marco de la jornada internacional dedicada a los migrantes, que se celebra cada 18 de diciembre. «Pero después ven cómo los ha ayudado ese encuentro y vuelven pidiendo otra cita». La tunecina explica que suelen seguir un proceso de seis meses con una visita quincenal que no resuelve por completo su situación, pero les permite abordarla desde una posición más estable. «He seguido muchos casos de gente que se había intentado suicidar después de su viaje, pero gracias a Dios con este servicio han salvado la vida», añade. Solamente en 2022 atendieron a unas 2.200 personas de 94 países con el patrocinio simbólico de la ONU.

El psiquiatra italiano Giancarlo Santone, director del centro, señala que «el tratamiento de una persona que haya sufrido torturas no empieza con su narración de la violencia». Lo primero que SaMiFo ofrece es acogida. «Hay que poner en el centro a la persona, no el servicio; entonces se fía y se nos confía», recalca. Lo segundo es atajar sus síntomas más inmediatos. «Hay recuerdos traumáticos, pesadillas, disociaciones… Hay quien se olvida de que está en Italia y piensa que está de nuevo en la cárcel», explica Santone. Como respuesta, en el centro ponen en marcha un proceso «multidisciplinar» donde hay un componente farmacológico, pero no es el único. Por otro lado, aunque pertenecen a la sanidad pública, es crucial la aportación social de otras instituciones; la mayoría de inspiración católica, como las Misioneras de la Caridad o del Centro Astalli, de los jesuitas, socio clave de SaMiFo y que aporta varios profesionales.

«No es posible curar la mente de las personas sin ocuparnos también de su cuerpo o de sus condiciones sociales. Si viven en la calle y no tienen documentación, todos estos factores se combinan», explica Martino Volpatti, responsable del personal del Centro Astalli en SaMiFo. De él dependen tres mediadores y las visitas médico-legales «para documentar las torturas o la presencia de enfermedades que necesiten cuidados especiales para explicárselo al juez y que esto pese a su favor» para obtener el estatus de refugiado. Además, a través de una bolsa de empleo los ayudan a encontrar trabajo. «El punto fuerte de este centro es que no estamos cerrados sobre un único aspecto», subraya. A su juicio, es la clave para dar una nueva vida a quien huye del horror.

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