El Papa habla de los migrantes al Cuerpo diplomático

Como cada comienzo de un nuevo año, el Papa Francisco ha dirigido hoy, 08 de Enero, un importante discurso a los embajadores acreditados ante la Santa Sede. En su texto en español ocupa once densas páginas y se refiere a los muchos lugares donde la paz no existe y a los múltiples aspectos del  trabajo por la paz. De entre sus párrafos, seleccionamos los consagrados al problema de las migraciones y los migrantes.

Las guerras, la pobreza, el abuso de nuestra casa común y la continua explotación de sus recursos, que están en el origen de los desastres naturales, son también causas que empujan a miles de personas a abandonar su patria en busca de un futuro de paz y seguridad. En su viaje ponen en riesgo sus vidas debido a rutas peligrosas, como en el desierto del Sahara, en la selva del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá; en Centroamérica, en el norte de México, frontera con Estados Unidos y, sobre todo, en el Mar Mediterráneo.

Lamentablemente, esta última ruta se ha convertido en un gran cementerio en la última década, con tragedias que se siguen produciendo, también a causa de traficantes de seres humanos sin escrúpulos. Entre las numerosas víctimas, no lo olvidemos, hay muchos menores no acompañados.

El Mediterráneo debería ser más bien un laboratorio de paz, un «lugar donde países y realidades diferentes se encuentren sobre la base de la común humanidad que todos compartimos » [8], como he podido señalar en Marsella, durante mi viaje —por el que doy las gracias a los organizadores y a las autoridades francesas, con ocasión de los Rencontres Méditerranéennes—. Ante esta ingente tragedia fácilmente acabamos cerrando nuestros corazones, atrincherándonos tras el miedo a una “invasión”. Olvidamos fácilmente que se trata de personas con rostros y nombres y pasamos por alto la vocación del Mare Nostrum, que es la de ser un lugar de encuentro y enriquecimiento mutuo entre personas, pueblos y culturas. Esto no quita que la migración tenga que ser reglamentada para acoger, promover, acompañar e integrar a los migrantes, en el respeto a la cultura, la sensibilidad y la seguridad de las poblaciones que se encargan de la acogida y la integración. Por otra parte, también es necesario recordar el derecho a poder permanecer en la propia patria y la consiguiente necesidad de crear las condiciones para que ese derecho se pueda realmente poner en práctica.

Ante este reto, ningún país puede quedarse solo y ninguno puede pensar en abordar la cuestión de forma aislada mediante una legislación más restrictiva y represiva, aprobada a veces bajo la presión del miedo o en busca de un consenso electoral. Por ello, acojo con satisfacción el compromiso de la Unión Europea de buscar una solución común mediante la adopción del nuevo Pacto sobre la Migración y el Asilo, aunque señalando algunas de sus limitaciones, especialmente en lo que se refiere al reconocimiento del derecho de asilo y al peligro de detención arbitraria.

 

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