¿Cómo «tutela» el Estado a los MENAs?
Sindicatos policiales denuncian “la grave y preocupante situación de inseguridad en Guardamar del Segura. Desde la llegada de este grupo de inmigrantes se vienen produciendo hechos delictivos violentos que están creando una alarma social muy importante”.
El alcalde de Guardamar del Segura, José Luis Sáez, que sacó mayoría absoluta con el PSOE, clama por “una respuesta contundente” al Gobierno de Pedro Sánchez “para frenar la espiral de violencia” y la intervención de la Delegación del Gobierno de la Comunidad Valenciana “ante la lamentable situación”. La oposición de PP y Vox lamentan que “a pesar de que el Ayuntamiento y el Gobierno están en manos socialistas, no hay ningún tipo de coordinación”. Mientras, las escenas en el municipio son cada vez más preocupantes.
Comentario. En el Secretariado diocesano de Pastoral de las Migraciones ¿nos hemos pasado al “bando contrario”, al de los que identifican MENAs con delincuentes? Absolutamente no. Ni por asomo.
¿Entonces? ¿Por qué dar publicidad a un artículo como éste? ¿No es dar argumentos a los que piensan de forma diametralmente opuesta a la nuestra?
Veamos las cosas con objetividad, con mirada amplia y con calma. En España hay miles de MENAs, unos dicen que “tutelados” por el Estado, otros acogidos por instituciones privadas solidarias, de entre las cuales descuellan las de la Iglesia Católica.
¿Y qué es lo que pasa? Que cuando a esos muchachos se les acoge como es debido, como señala el Papa Francisco, acogiéndolos, protegiéndolos, integrándolos y promocionándolos, no sólo no caen en la delincuencia, sino que, en muchos casos ellos mismos se han puesto a secundar la labor de esas instituciones que les ayudaron, para ser útiles a sus compañeros de aventura que vienen tras ellos.
Pero si se les trata sin cariño y sin mostrarles ningún horizonte, casi como prisioneros, casi como delincuentes, con la sola perspectiva que, al cumplir los 18 años de edad, los echen a la calle sin papeles, sin domicilio, sin medios de subsistencia ¿Cómo extrañarse de que caigan, a la desesperada, en esas actitudes asociales y peligrosas? ¿De quién será la culpa? ¿Vamos a culpabilizarlos a ellos de que se les haya puesto en esa situación?