Una reflexión y una foto tras la última tragedia en el Atlántico, la más grave.

La escala de la tragedia

El presidente del Gobierno de Canarias ha dicho: «Es un día triste para los que nos dedicamos a la política, porque estamos fracasando». Pocas veces como aquí se ve que la política es una tarea noble que no solo puede hacer mejor la vida de la gente, sino que, en ocasiones, puede salvarla

Teo Peñarroja, Editor de Nuestro Tiempo

FUENTE: Afa & Omega, nº 1369, del 3 al 9 de octubre de 2024, págs.. 2 y 3.

Cuando la vida aún no me había enseñado los dientes, pensaba que era la pura maldad la que llevó a Stalin a decir aquello de que «un muerto es una tragedia; un millón de muertos es una estadística». Pasa el tiempo y sé que probablemente aquello nunca lo dijo el genocida georgiano y que probablemente tuviera razón. Hay dos escalas: la del dolor, siempre irrepetible, y la de la cifra, siempre descreída.

Miro esta foto de uno de los náufragos rescatados este fin de semana en El Hierro y noto casi la hipotermia de los seis días de viaje, los dos últimos sin agua ni comida, la noche terrible en alta mar, el viento de 20 nudos, el barco de Salvamento Marítimo acercándose, la confusión en la patera, los cuerpos amontonándose todos en el mismo lado del cayuco y, de pronto, la oscuridad, el grito, el agua, la muerte. Y lejos una sombra muy negra, oscurísima —la guerra, la persecución, la miseria, el hambre—, capaz de empujar a un hombre a embarcarse en ese trayecto, el más peligroso del mundo.

Miro esta foto del náufrago y veo a un hermano que sufre.

Luego, los números. 84 tripulantes. 27 rescatados. Nueve cadáveres. 48 desaparecidos. Desaparecidos. Se oye casi la resaca de los cuerpos que el mar depositará en la arena en las próximas horas. El peor naufragio del siglo en las aguas de Canarias. Más números: ese mismo fin de semana, en todo el archipiélago, otras pateras: 131 tripulantes, 20, 59. Así hasta sumar 415 personas que arribaron a las playas canarias. En lo que va de año, 26.758 migrantes, más que ningún otro año. En la foto, la tragedia; en la cifra, la estadística.

El presidente del Gobierno de Canarias, un tal Clavijo, ha dicho: «Es un día triste para los que nos dedicamos a la política, porque estamos fracasando». Me conmueve que tenga tanta razón. Pocas veces como aquí se ve que la política es una tarea noble que no solo puede hacer mejor la vida de la gente, sino que, en ocasiones, puede salvarla.

Hay que alabar la labor de Salvamento Marítimo, de Cruz Roja y de todos esos hombres y mujeres que han hecho todo lo posible por socorrer a un ser humano sufriente. Y no hay que olvidar que una labor política bien hecha habría impedido, o al menos minimizado, la posibilidad de que casi 30.000 personas se hayan embarcado este año en un viaje parecido al suicidio.

Sin que se pueda inferir de aquí una excusa para no atender con la mayor diligencia cualquier emergencia humanitaria, la forma de minimizar este drama es evitar que nadie tenga que abandonar su tierra y a su familia. Como dijo el Papa Francisco en el ángelus del Día Internacional del Migrante y Refugiado de 2023, «el derecho a migrar se ha convertido para muchos en una obligación, mientras que debería existir el derecho a no emigrar para permanecer en la propia tierra». Es necesario, recordó, «que a todo hombre y a toda mujer se le garantice la posibilidad de vivir una vida digna, en la sociedad en la que se encuentra». Desafortunadamente, añadió el Pontífice, «miseria, guerras y crisis climáticas obligan a tantas personas a huir”

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