Para los que identifican inmigrantes con delincuentes
Perdón a la ternura
FUENTE: Diario de Navarra, 26 Julio 2024, Cartas al Director.
Había visto en el Diario, una fotografía de un puesto de chapas con cientos de nombres, entre ellos leí uno que ponía “Mi cumpleaños”. Era el que deseaba para bromear con una amiga cumpleañera, y me adentré al día siguiente por las calles, en pleno bullicio de San Fermín, para encontrarla. Vi un puesto con un chico joven, muy majo, de raza negra, le pregunté por ella, pero no la poseía. Mientras yo buscaba entre tantas chapas, le pregunté cuánto costaban y me dijo que 2,50 euros. No la encontré, le di las gracias y me fui buscando otro puesto.
Adentrándome por las callejuelas vi otro tenderete con las ansiadas chapas. Una niña de unos 12-13 años, también de raza negra, muy guapa y cariñosa, me atendió enseguida, pues estaba al cargo en ese momento del puesto que yo buscaba. Con mi afán de mal capitalismo del primer mundo, supongo, pregunté cuanto costaba, me comentó que 3 euros. Le dije, como regateando, que en otro puesto los vendían por 2,50. Ella, con su paciencia, accedió al precio, busqué la chapa de “mi cumpleaños” y la encontré. Ella sonrió al ver que la había localizado. Cuando fui a pagarle los 2,50 euros, no tenía en el monedero más que unos céntimos y le comenté que iba a buscar a mis hermanas que andaban por las calles de los puestos para pedirles el dinero. Pero ella, sorpresa que me llegó al corazón, me dijo “te la regalo”. Yo le contesté que no, que iba a buscar a mis hermanas. No las encontré y no volví al puesto, lógicamente.
Cuando iba para casa y en ella, me puse a reflexionar sobre lo acaecido y sobre la última contestación de la chica: “te la regalo” que retumbaba en mi cabeza como un remordimiento de mi egoísta actuación. Ella envolvió con su ternura una situación en la que no le iba a hacer rica, ni a mi pobre. Me dio esa “caricia al corazón”, como decía José Ignacio, me transmitió ese amor generoso y desinteresado aun cuando mediaba su negocio o modo de vida. Desde mi posición de soberbia inconsciente, ella simpatizaba con mi pena por no poder llevarme la chapa. Pido perdón a esa niña por racanear mi compra. A su vez le doy mil gracias por darme con su sincero corazón, no sólo la chapa, algo material que era su modus vivendi, sino ese corazón tan grande que le valdrá mucho para vivir bien su vida y ser ejemplo de humanidad, primero para mí, y seguro que para todos los que se encuentren con ella. Esa ternura genuina abre la puerta a otros tantos buenos sentimientos que como decía la carta anterior “uno prefiere ser duro en lugar de tierno. Y, sin embargo, seguramente estamos hambrientos de ternura”. Perdón a la ternura, porque cuando llega a este llamado primer mundo, en ocasiones no la comprendemos, porque el corazón está frío para albergar su calor.
Mª ELENA ARENAZ ERBURU