Fortaleza evangélica. A propósito de lo de Algeciras

ANÁLISIS

Fortaleza evangélica

Xabier GÓMEZ, op.,

Director del Departamento de Migraciones

De la Conferencia Episcopal Española

 

FUENTE: Vida Nueva, nº 3.304, 04/10 Febrero 2023, pág.18

Es increíble cómo la violencia irrumpe siempre y ya nada vuelve a ser igual. Cada día nos encoge el alma con las noticias de guerras, asesinatos a mujeres y sus hijos, pérdidas de vidas humanas en la mar, seres humanos aniquilados antes de ver la luz… ¡Cuántas heridas en el Cuerpo de Cristo! Ningún dolor humano nos es ajeno.

Desde esa sensibilidad y con profunda tristeza, todos los que trabajamos en la pastoral con personas migradas seguimos afectados por el ataque irracional que el miércoles 25 hirió al salesiano Antonio Rodríguez y arrebató la vida de  Diego Valencia,  sacristán de la parroquia de La Palma. Un acto brutal que desgarró a una familia y a la Iglesia en Algeciras, y que puede abrir una herida en el imaginario colectivo de los ciudadanos y la convivencia entre personas de credos diferentes.

Desde muchos “púlpitos” mediáticos, en contraste con el tono de las notas y mensajes emitidos desde la Iglesia, se ha procedido a alimentar prejuicios, estereotipos, a confundir términos referidos a situaciones de migrantes, cayendo en la tentación de poner al servicio de estrategias políticas, un  terrible suceso que nunca debió acontecer. Por desgracia, esto suele ser lo habitual en otros momentos, lugares y circunstancias. El derecho a la información debe compaginarse con el derecho a la veracidad- Y la experiencia indica que no todo se puede esclarecer de inmediato y con respuestas simplistas.

No obstante, lo importante es poner en el centro de atención, una vez más, una pérdida humana y ofrecer, en el respeto, un reconocimiento agradecido a las personas que en Algeciras están en duelo. Me impactaron las primeras palabras de Juan José Marina, párroco de La Palma, llorando la pérdida de su amigo y colaborador. “Esta muerte era para mí”. Todo indica que tenía razón. Por eso sus palabras fueron las que tenían más verdad. Sin embargo, pronto comprendimos todos, en medio del dolor, que fue Diego el que nos dejaba el legado más grande, porque, como el Señor Jesús, “dio la vida por sus amigos”. ¿Cabe mayo verdad y acto de amor? Descanse en paz.

Desde aquí, el abrazo de todos los que trabajamos en la pastoral de migraciones, a su familia, al salesiano Antonio y sus hermanos, esperando su pronto restablecimiento, a Juan José, a toda la Iglesia de la ciudad y a la querida diócesis de Cádiz y Ceuta, cuya delegación de migraciones es ejemplar.

El amor que vence al odio

Como en otras ciudades y momentos golpeados por la violencia, estoy convencido de que quienes conforman la Iglesia de Algeciras, desde su propia idiosincrasia, a pesar de sentirse herida, no dejarán nunca de amar, de  vencer al odio, al pecado y a la misma muerte. Porque ya vive la diversidad propia de la catolicidad, fermento de fraternidad en el conjunto de la sociedad. Una caridad que en tantas parroquias y cofradías es inclusiva, solidaria con las necesidades de sus vecinos, sin importar su procedencia ni su credo.

Desde sus posibilidades, la parroquia de La Palma en Algeciras y, como ella, miles en España son lugares parael encuentro y la solidaridad con los más vulnerables, desde donde construimos el futuro con migrantes y refugiados. Escuchando también a sus ciudadanos, porque Algeciras es puerto y puerta, hacemos nuestras sus legítimas reivindicaciones.

Nos ayudan a situarnos ante la adversidad dos palabras de futuro  que el obispo Rafael Zornoza escribió en su comunicación del miso 25 de enero por la noche: fortaleza evangélica. Esta clave de interpretar y leer lo que vivimos es más necesaria que nunca en la hora que vivimos. Fortaleza aprendida de y comunicada por el Señor Jesús, arropada por el valor de la comunidad.

Como Iglesia y como sociedad, necesitamos y necesitaremos muchos Diegos, Antonio, Juan Marina, y tantos otros hombres y mujeres testigos de fortaleza evangélica, la que siempre se recibe de la fe, suscita esperanza y no abandona la caridad ni la amistad social. Que el Señor os consuele y os fortalezca.

 

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