Encuentro y Solidaridad de Pamplona: comunión en la diversidad

Testimonios de comunión en la diversidad

Desde la asociación Encuentro y Solidaridad

FUENTE. Migraciones, nº 7, Septiembre 2021, pág. 17

Desde el Movimiento Encuentro y Solidaridad de Pamplona llevamos trabajando años en el barrio de La Milagrosa, un barrio con un 18% de personas migrantes, en torno a un espacio propio, la casa Cultura y Encuentro. Un espacio que, al margen de subvenciones, se mantiene con trabajo gratuito, tareas de autofinanciación y aportaciones de las personas que creen en el proyecto.

En esta casa se hace escuela de padres, apoyo escolar, salidas, charlas, convivencias, talleres sobre derecho laboral o documentos; se juntan las trabajadoras domésticas o se organizan los vecinos (migrantes y autóctonos) que quieren poner en marcha una huerta urbana y trabajar codo a codo.

Es un espacio para la formación, el diálogo, la ayuda mutua, donde se comparten la vida, los sueños y las esperanzas. Donde se trabaja gratuitamente, poniendo en juego cada uno sus dones; y así,  contamos con personas cercanas siempre dispuestas a acoger; otras, más organizadas: dos psicólogos que atienden gratuitamente, el abogado que comparte lo aprendido en años de experiencia, una mamá que sabe hacer manualidades, otra a la que le gusta bailar, el enamorado de los libros, o el clown que, después de años, decide volver a actuar.

Y se comen platos riquísimos de todo el mundo, pues en cada encuentro se juntan nacionalidades diferentes y se acoge a los recién llegados: migrantes económicos en busca de un futuro o refugiados de Nicaragua, Colombia o Venezuela. Y se escuchan historias de explotación y abuso en el ámbito laboral, e historias de solidaridad; y se comparten preocupaciones y luchas, denunciando la realidad de los “pisos patera” en nuestra ciudad, o de los niños refugiados a los que la burocracia impide escolarizar.

Y en todo este proceso se vive la tensión entre el acompañamiento, la promoción y la necesaria caridad política. Y vamos descubriendo cómo de importante es situarse siempre desde el otro, no desde uno mismo.

Se van generando puentes, y podemos ser testigos de los pasos de promoción que se van dando: y hay quien decide  seguir estudiando, quien rompe el miedo a conducir, quienes se asocian y se atreven a levantar la voz, o los que después de años deciden casarse.

Como asociación eclesial, es un espacio que nos posibilita ver la realidad, tocar las llagas de Cristo, crecer en amistad con nuestros hermanos migrantes. Y nos enciende el deseo de transformar una realidad claramente injusta.

Y plantearnos, como asociación de Iglesia, que es necesaria una respuesta, pues algunas de las trabajadoras del hogar con las que compartimos son explotadas por familias de misa diaria; los amigos que buscan piso no lo encuentran por menos de ochocientos euros ni entre humanistas, ni entre gente de Iglesia; y la soledad y la tristeza que mchas personas que llegan aquí sufren no encuentra acogida en nuestras parroquias.

La vida del migrante es dura, durísima demasiadas veces, y una verdadera escuela también para nuestra asociación: los migrantes nos enseñan lo que es la fortaleza, la resiliencia, la fe y la confianza en el Padre bueno; nos enseñan a vvir el presente, a hacer fiesta, en una palabra, nos evangelizan.

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