¿Emigrantes, Inmigrantes, o Migrantes?

Transcribo a continuación este artículo de Ramón PÉREZ-MAURA aparecido en el periódico digital de inspiración cristiana El Debate del domingo 5 de Enero de 2023.

Confieso que su título me intrigó, y pensé que trataría, más que en nada, de algún tipo de mafia que explotaría a los migrantes tratándolos, quizá trasportándolos, como a animales. Pero no, la cosa iba por otro camino. El artículo se refiere al vocabulario, al léxico, con que solemos designar a los que se ven obligados a emigrar. Y la semejanza con los animales vendría del mañ uso de ese vocabulario que los haría semejantes a los animales migrantes o migratorios.

 

Los inmigrantes, como animales

Llamarlos «migrantes» en lugar de «inmigrantes» es faltar a la verdad

Es frecuente que veamos un uso cada vez más perverso del lenguaje. Y digo perverso porque tras un aparente buenismo se esconden motivaciones políticas en las que la izquierda siempre consigue hacer avances imponiendo su agenda. E incluso quienes se oponen a sus ideas acaban cayendo en sus redes sin darse cuenta de que se está imponiendo unos términos con intenciones secundarias.

El ejemplo más relevante de los últimos tiempos es la supresión del lenguaje cotidiano de los sustantivos «inmigrante» y «emigrante». Partiendo de la base de que la inmigración no es siempre un derecho y sabiendo que ésta es una opinión muy extendida, la izquierda ha ido imponiendo el término «migrante», que parece neutro. Así, al decir los «migrantes» no sabemos si vienen o van. Porque eso es lo que se intenta disimular. Como ya hemos dicho otras veces, esta izquierda que nos asola quiere limitar al máximo la información de la que se dispone. Ya sea a la hora de abortar o a la de leer el periódico o atender a los informativos audiovisuales que nos muestran la llegada de inmigrantes.

Ya va siendo hora de recordar, que cuando estos progresistas llaman «migrantes» a las personas que emigran en busca de un futuro mejor, las estás equiparando con animales. Que son los que de verdad migran. Cosa que no hacen esos emigrantes. Porque migrar, como los pájaros o los ñus africanos o tantos otros animales es lo que hacen todos los años: en verano (normalmente) migran hacia el norte en busca del fresco y en invierno retornan hacia el sur buscando temperaturas cálidas. Porque migrar es tener un recorrido constante, de ida y vuelta, normalmente anual. Los inmigrantes que llegan a España desde África o América no vienen a pasar una temporada, parte de un año, para luego retornar al lugar desde donde vinieron. Vienen a asentarse. A empezar una nueva vida entre nosotros. Quizá para siempre. Y como mínimo por muchos años. Y eso puede ser perfectamente legítimo, pero llamarlos «migrantes» en lugar de «inmigrantes» es faltar a la verdad. Claro que, ya sabemos que Sánchez ha convertido la mentira en un instrumento legítimo en el discurso político.

Me ha sorprendido en los últimos días escuchar el uso de este término en los informativos de la emisora propiedad de la Conferencia Episcopal, y ésa es la prueba de que se va imponiendo la supuesta «corrección política» que tanto ansía nuestra izquierda. Si empezamos a ocultar información así, podemos acabar encontrándonos con que el Gobierno ocultará, por ejemplo, nuestra balanza de pagos cuando considere que no es lo suficientemente positiva y en lugar de hablar de «importaciones» y «exportaciones» nos encontraremos en El País un único dato: el de las «portaciones». Que como será la suma de las dos anteriores, obviamente será mucho mayor que las dos cifras por separado. Un inminente nuevo éxito de la gestión económica del sanchismo.

Y lo malo es que nos toman por idiotas. Y, para qué negarlo, les damos facilidades.

 

Hasta aquí el artículo. ¿Qué pensar de lo que dice?  Creo que todos estamos de acuerdo en que a los que dejan su país se les puede y se les debe llamar emigrantes; e igualmente, en que a los que van llegando a nuestros países se les puede y se les debe llamar inmigrantes.

Y, en ese sentido, la acción pastoral y socio-caritativa que la Iglesia desarrolla aquí con ellos será una pastoral y un acción par y con los inmigrantes. De la misma manera que si en los países de origen de estas personas la Iglesia hace algo por ellas, hablaremos de pastoral de emigrantes.

Igualmente, cuando España exportaba en vez de importar ese personal, se hablaba con razón de nuestro emigrantes en Alemania y, muy anteriormente, de nuestros emigrantes en Hispanoamérica.

¿Habrá que criticar, entonces, a la Conferencia Episcopal Española, como parece hacer el autor del artículo, porque emplee el término migrantes y migraciones? A mí eso no se me había ocurrido ni por asomo, porque, lejos de asociar esa terminología con la de nuestras cigüeñas migratorias, las que dice el refrán que “por San Blas, la cigüeña verás”, yo interpretaba que la palabra migrante englobaba las otras dos: migrantes son los emigrantes y los inmigrantes.

Si no, ¿cómo llamar a los que se encuentran en el lapso, tanto espacial como temporal, entre lo que dejaron y lo que todavía no han llegado a alcanzar? ¿Cómo llamar a los que atraviesan el Sáhara o se lanzan al mar en frágiles pateras? ¿A los que atraviesan México provenientes de América del Sur para llegar a Estados Unidos? ¿Han dejado ya de ser emigrantes? ¿No han llegado aún a ser inmigrantes? ¿No se les puede llamar migrantes a secas?

Una cosa es clara: si el autor critica el uso de ese término por el Gobierno por tendencioso (no entro yo ahora en darle o no darle la razón),  creo que cuando la CEE habla de migrantes, no sólo no quiere tapar nada, sino extender su solicitud a todos, a los que ya llegaron, a los que están llegando y a los que no se sabe si llegarán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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