El impacto del Covid-19 en las víctimas de trata: La Sección de Migrantes del Vaticano, Cáritas, Oblatas y Adoratices se unen en el webinar

La Iglesia española, una sola voz contra la trata: “El Estado tiene la obligación de proteger a las víctimas”

La pandemia no ha hecho nada más que empeorar las situaciones de las víctimas de trata, ya sean las víctimas mujeres, niños, de minorías étnicas o migrantes, y sea cual sea el objetivo para el que son captadas: explotación sexual, laboral o matrimonios forzados. Esta es, en definitiva, la conclusión que han destacado las ponentes del webinar sobre ‘El impacto del Covid-19 en las víctimas de trata’, celebrado hoy, 19 de octubre, y que ha sido organizado por el grupo eclesial Tejiendo Redes Contra la Trata.

“El principal factor ha sido la pérdida de empleo”, ha dicho Francesca Donà, de la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano. Asimismo, ha subrayado que, además de que “las víctimas desconocen los mecanismos de ayuda”, con la pandemia los tratantes “han puesto en marcha nuevas formas de captación a través de las nuevas tecnologías, por lo que se hace mucho más difícil localizarles a ellos y a las víctimas, muchos de ellos niños y niñas que son explotados a través de internet”.

De hecho, Donà ha apuntado que “en Europa hay un boom de pornografía infantil”, lo cual ha provocado que, durante el confinamiento, las redes hayan puesto sus esfuerzos en buscar menores, sobre todo pertenecientes a familias vulnerables, a los que captar y explotar a través de las redes sociales. Del mismo modo, Donà ha resaltado el aumento del “tráfico de novias hacia China” derivado de las décadas de política del hijo único en el país, con la cual las familias preferían tener varones.

Flagelo social

“La pobreza lleva a muchas mujeres a trabajar en el servicio doméstico, prostitución…”, ha añadido Donà, porque “las personas aceptan cualquier vía de escape”. Ante esto, y durante todo el periodo de la pandemia, la Iglesia “se ha situado como uno de los principales de agentes que ofrecían entornos seguros para las víctimas”.

Asimismo, Donà ha insistido en la necesidad de que los cristianos se conciencien de que “el fenómeno de la trata existe” y que “está en nuestros países”. “Como dice el Papa, este es un verdadero flagelo para nuestras sociedades, ya que vulnera la dignidad de la víctima, tratándola solo como moneda de cambio para ser explotada. Es una de las expresiones más dramáticas de la cultura del descarte”, ha afirmado, apuntando que, para la Santa Sede, “es necesaria una respuesta coordinada a nivel mundial que no se limite a las medidas represivas contra los traficantes, sino que también intervenga en el lado de la demanda”.

Por su parte, Marina Sánchez-Sierra, investigadora del equipo de Estudios de Cáritas Española, ha explicado que “antes del Covid la población en situación de exclusión estaba invisibilizada, sobre todo teniendo en cuenta que el trabajo no nos saca de la exclusión”. Ante las distintas problemáticas sustraídas del Covid-19, “en Cáritas nos preguntamos qué impacto había tenido la pandemia y el confinamiento en la población en mayor vulnerabilidad, por lo que hicimos una investigación”.

Aumento de la vulnerabilidad

Como resultado del estudio, Sánchez-Sierra subraya que “el trabajo ya no es suficiente para evitar la exclusión social ni para mantener unas condiciones de vida dignas”. A partir de ahí, “la desesperanza hace que estas personas sean más vulnerables a ser víctimas de trata”, lo cual se ve agravado, además, ante el aumento de la demanda “la capacidad de ayuda ha disminuido en este tiempo”.

En el webinar también se ha estudiado la experiencia de casos concretos, como el Proyecto Esperanza, de Adoratrices, o la atención prestada por las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. “Durante el periodo del confinamiento, los proyectos de Oblatas atendieron a 2.759 mujeres en contextos de prostitución”, ha apuntado Magdalena Alomar, del proyecto Casal Petit (Palma). “En Palma se atendieron a 376 mujeres, cuando la media en un año apenas supera las 250”, ha indicado.

“La realidad de las mujeres durante este tiempo revela que su vulnerabilidad aumentó significativamente. En primer lugar, pasaron el confinamiento en los pisos y clubs en los que ejercían la prostitución, y tuvieron que continuar pagando sus habitaciones aunque carecieran de ingresos”, ha explicado. “Esto aumentó su deuda con los proxenetas y, en algunos casos, incluso fueron desalojadas”.

Proteger y reparar a las víctimas

“Las mujeres que ejercían prostitución en la calle tuvieron que parar su actividad, eliminando así su fuente de ingresos y su capacidad de cubrir sus necesidades básicas”, ha subrayado Alomar. Y, en cuanto a las identificadas como víctimas de trata, “la coacción ha aumentado”. “Han sido obligadas a continuar ejerciendo la prostitución durante este tiempo”, ha dicho Alomar.

Asimismo, la realidad es que muchas de las mujeres han visto endurecidas gravemente sus condiciones de vida. “Demandaban acompañamiento psicológico, ayuda para cubrir sus necesidades básicas, alojamiento, material de prevención o información para la gestión de ayudas y extranjería”, ha explicado. Por otra parte, “en el caso de aquellas que habían hecho el proceso con nosotras y conseguido un trabajo como limpiadoras o cuidadoras, lo han perdido, volviendo a los proyectos a pedir ayuda”.

Por último, Alomar ha destacado, en consonancia con Donà, que durante este periodo se ha potenciado “la tecnología y las redes sociales para la prostitución”, y ha hecho una petición a los gobiernos, en la que ha recordado que “la atención a las mujeres debe ser integral: no se puede cerrar los clubs sin dar una alternativa de vivienda, formación y empleo”.

También Marta González, del Proyecto Esperanza (Adoratrices), ha resaltado que las condiciones traídas por el Covid-19 han agravado las situaciones de las víctimas de trata, recordando que “son personas que son víctimas de un delito, que tienen derecho a denunciar y a ser protegidas”.

Al mismo tiempo, ha advertido que “puede haber un aumento de trata interna, que las personas puedan ser captadas aquí y trasladadas dentro del propio territorio para ser explotadas”, así como un “aumento también significativo de los trabajos o matrimonios forzosos”. “Los Estados tienen la obligación de actuar con diligencia para evitar las violaciones de los derechos humanos, así como reparar a las víctimas. Las situaciones de crisis no nos pueden hacer bajar la guardia frente a esto”, ha aseverado.

Elena Magariños

Vida nueva digital, España. 19/10/2020

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