¿Y si mirásemos por ellos y no sólo por nosotros?

Migración: lo económico y lo humano

Recientemente, el ministro español de economía, Carlos Cuerpo, manifestó que la inmigración está siendo un factor clave del crecimiento de la economía española, y explicó que, para compensar el envejecimiento de la población y la disminución de la fuerza laboral, necesitamos incorporar cada año medio millón de inmigrantes.

El 70% de la fuerza laboral que nos llega viene de América Latina, según el ministro. En la Agricultura, el 50% de los trabajadores son inmigrantes; en la Construcción y la Hostelería, uno de cada tres; en Servicio doméstico, seis de cada 10… La inmigración no nos quita empleos, sino que llena vacíos laborales. Los inmigrantes consumen menos recursos públicos que los nacidos en España y con sus impuestos contribuyen a mantener el sistema de pensiones y los servicios sociales. Sí. Los necesitamos para mantener nuestro sistema de bienestar y de crecimiento.

Es un discurso económico, con el punto de vista “de aquí”. Pero ¿y el discurso de lo ético y de lo humano?

Nos estremecen las noticias de cayucos que salieron de la costa occidental de África, queriendo llegar a las Islas Canarias, y que semanas o meses después llegan con sus cadáveres a las islas del Caribe. Y los muertos que se quedan en el camino, ante la indiferencia y hostilidad de las autoridades europeas.

Cada día nos asombran las noticias sobre la inhumanidad de la política migratoria europea, generadora de cotidianas catástrofes humanitarias. Cada año se endurecen las leyes migratorias, con deportaciones exprés y pactos indignos con países que actúan como gendarmes exteriores que hagan el trabajo sucio.

Lo que está ocurriendo con los migrantes en España y en Europa no es humano, y con frecuencia esconde un modo de esclavitud solapada. ¿Cuándo tendremos una legislación basada en razones de humanidad y de dignidad?

 

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