Un buen análisis sobre las causas y los remedios de la crisis migratoria
Ruta canaria: geopolítica, migración
y falta de soluciones reales
Aimar Beramendi
FUENTE: Diario de Navarra, 27 de abril de 2025, pág. 9
La Unión Europea, España y, en particular, las Islas Canarias atraviesan un momento especialmente delicado ante el constante aumento de los flujos migratorios, con cerca de 85.000 llegadas registradas entre 2023 y 2024. La creciente entrada de personas procedentes del continente africano ha puesto a prueba la capacidad de gestión de los Estados y ha reabierto el debate sobre las políticas de asilo, control fronterizo y cooperación internacional.
Detrás de este fenómeno, convergen múltiples factores, entre ellos la inestabilidad política, económica y social en países como Mauritania, Senegal, Mali y, en menor medida, Marruecos. Por otro lado el endurecimiento de otras rutas migratorias y la existencia de redes de tráfico de personas lucrándose de la desesperación de miles de personas juegan su papel en el auge de la ruta canaria. ¿Por qué el pico migratorio ha alcanzado su punto álgido precisamente ahora?
La realidad es que África es un continente olvidado. En abril de 2025 existen más de 25 conflictos activos. Estas luchas son, en primera instancia, caldo de cultivo para el desplazamiento forzado de millones de personas que buscan escapar de la violencia, la pobreza y las violaciones de derechos humanos.
Un ejemplo cercano y directamente relacionado con la ruta migratoria canaria es el conflicto en Burkina Faso, donde los ataques yihadistas han provocado el desplazamiento de más de dos millones de personas. Sin embargo, los esfuerzos internacionales han sido insuficientes y completamente descoordinados. La Unión Europea, en materia de Ayudas Oficiales al Desarrollo (AOD) ha establecido para 2030 el objetivo de destinar un 0’7 de la Renta Nacional Bruta, pero más vale calidad que cantidad.
El problema no radica sólo en los fondos, sino en cómo se gestionan y a quiénes se dirigen estos recursos. A menudo, las ayudas no llegan a las estructuras e instituciones necesitadas de cambio, alineadas con las necesidades reales de los países afectados. A pesar de los compromisos internacionales, las instituciones europeas y los gobiernos de los distintos países miembros carecen de estrategias coherentes para abordar esas causas realmente estructurales de los conflictos en África. Por mencionar el caso mauritano, desde 2018 se ha observado un reciente apoyo financiero de la UE, que ha destinado millones de euros en un intento de frenar la migración a sus costas. Estos gobiernos, que a priori se comprometen a contener los flujos migratorios, no lo hacen desde el interés por su ciudadanía, sino como una especie de contrato que hay que ir renovando a base de pagos y más pagos que la oligarquía reinante se reparte para su propio disfrute.
Mientras tanto, las consecuencias de esta falta de acción se hacen sentir en las Islas Canarias, donde la llegada de migrantes ha aumentado exponencialmente. Ante esta situación, tanto el gobierno español como la UE recurren a un reparto “equilibrado”, con el objetivo de aliviar la presión sobre el archipiélago. Estas medidas, sin embargo, dependen en gran medida de la solidaridad que las diferentes comunidades autónomas dentro del Estado español y los diferentes países dentro de la UE muestren; y la realidad es que tristemente el interés individual suele sobreponerse al colectivo.
El Kremlin también tiene algo que decir al respecto. Dentro de la política exterior rusa actual, África está muy presente; además de buscar una explotación de recursos naturales que les proporcione ingentes beneficios, no hay que subestimar la influencia que puede ejercer a la hora de activar y desactivar flujos migratorios. Es por esto que los flujos migratorios funcionan también como una herramienta indirecta para generar presión hacia la UE dentro del actual contexto de rivalidad entre Rusia y Occidente. Moscú ha logrado, en ocasiones, aprovecharse de la situación para desestabilizar aún más las políticas europeas sobre migración y asilo, fomentando tensiones internas en la UE, ya que los países miembros no logran ponerse de acuerdo sobre cómo gestionar el flujo migratorio. De este modo, el papel de Rusia no es sólo económico o militar, sino también estratégico en el ámbito de la migración, utilizando la desestabilización de regiones africanas como medio indirecto de presión sobre Europa.
Que el fenómeno migratorio se encuentre en su auge se debe a una situación multifactorial y compleja que combina procesos de larga duración con momentos geopolíticos y socioeconómicos puntuales. Si Europa quiere afrontar esta situación de manera efectiva, de dejar de tratar la inmigración como un fenómeno a contener y empezar a abordar sus causas de raíz. La Ayuda Oficial al Desarrollo debe ir acompañada de un control real sobre el destino de los fondos, asegurando que éstos generen cambios tangibles en las instituciones y sociedades africanas, y que no sirvan para mantener gobiernos corruptos y oligarcas.
Asimismo, es imprescindible que los países europeos adopten una política migratoria común que evite la improvisación y el colapso de las zonas de llegada. Sin una estrategia a largo plazo que combine diplomacia, cooperación y seguridad, la crisis migratoria no sólo persistirá, sino que continuará reproduciendo los mismos errores y generando las mismas consecuencias.
Aimar Beramendi es socio de Equipo Europa