Evangelio para la Jornada del Emigrante y del Refugiado
29 Septiembre 2024, 26º domingo del tiempo ordinario: Jornada del migrante y del refugiado.
Texto del evangelio: Mc.9, 38-41ª
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:
- Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros.
Jesús respondió:
- No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre, no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
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El evangelio de hoy tiene dos partes: una, sobre el que echaba demonios en nombre de Jesús sin ser de su grupo, y otra sobre el escándalo. Pero para la jornada del migrante, nos vamos a fijar especialmente en la primera parte, la que trata del que se suele llamar el exorcista ajeno.
Exorcista, porque expulsaba los demonios de los que estaban poseídos por él; pero además, es que los expulsaba en nombre de Jesús. Eso ya muestra hasta dónde había llegado la fama de Jesús y su poder sanador y milagroso, pues hasta los que no le seguían empleaban su nombre poderoso para liberar a los posesos.
Ajeno, porque “no viene con nosotros”, como le dice Juan a Jesús: ni es uno de los Doce, ni siquiera uno de los muchos discípulos de Jesús que le seguían más o menos, de una manera o de otra.
Consecuentemente, para el apóstol Juan, ese hombre es un intruso, un usurpador, que se ha apropiado del nombre de Jesús sin su permiso; quién sabe si, quizá, pretende hacer méritos para quitarles esos primeros puestos en el reino de Jesús Mesías, de los que discutían entre ellos. (cf. el evangelio del 22 de Septiembre, 25º domingo ordinario).
Y, por eso mismo, “se lo hemos querido impedir”; y, como no lo hemos conseguido, te lo decimos a ti, Jesús, para que intervengas con tu autoridad y se lo prohíbas, se lo impidas.
A eso Jesús responde: “No se lo impidáis. Porque el que no está contra nosotros está a nuestro favor”, es decir, está con nosotros, no es ajeno, no es ya de “ellos” sino que ya es de “los nuestros”, ha entrado, aunque él ni lo sospeche, en un “nosotros” más grande del que tú, Juan, te figurabas.
Este fue justamente el mensaje del Papa Francisco para la jornada del Migrante del 2021, hace tres años, en el que se leía el mismo evangelio de hoy (Año B): “Hacia un nosotros más grande”. O sea, no mirarlos de lejos a “ellos” juzgándolos como intrusos, o hasta delincuentes, o pasando indiferentes a su lado, o simplemente ignorándolos, borrándolos. Sí, porque, según una encuesta reciente, el 30% de la población española tiene como el principal problema, antes que el paro o los políticos, a los inmigrantes.
“Hacia un nosotros más grande” quiere decir, por el contrario, meterlos a ellos en ese “nosotros”, en nuestra Nación, en nuestra Navarra, en nuestra ciudad, y si son católicos, además en nuestra parroquia, en nuestra comunidad, acogiéndolos, protegiéndolos (pues se encuentran a menudo amenazados por la xenofobia de muchos), promocionándolos, integrándolos.
El no mirarlos así está en el origen de todas las políticas equivocadas con las que se aborda este fenómeno universal, global, de la migración, así como de todas las actitudes xenófobas en la sociedad: rechazo, miedo, hasta odio.
La Iglesia, siempre partiendo de este “nosotros”, de ese considerar a cada migrante como un hermano dentro de la gran familia humana, propugna, por boca de su Conferencia Episcopal, que el tema se aborde con un pacto global en el que se impliquen todas las administraciones, desde la más pequeña, la municipal hasta la más grande, la Unión Europea, y que ese pacto aborde todos los aspectos del fenómeno: desde el derecho a no emigrar, poniendo remedio a las causas en sus países origen que fuerzan la emigración, desde la guerra hasta la miseria, hasta la regularización de los sin papeles, la supresión de los centros en los que los inmigrantes son tratados como si fueran delincuentes, y su integración en la sociedad de acogida en todos los aspectos, social, laboral y cultural.
¡Qué triste que, en vez de obrar así, a veces se les utilice a “ellos” como simple arma en las polémicas polarizadas de los partidos políticos!
Que nosotros, que escuchamos las palabras de Jesús y que decimos que somos sus discípulos, no caigamos en la tentación en la que cayó Juan: “se lo hemos querido impedir”.