Chicos de Tennerife dan una lección a la Unión Europea

«Se trata de personas, no de mercancía».

José María Romera

FUENTE: Diario de Navarra, 18/10/2024

En una carta enviada a los 16 estados miembros de la UE en relación con la política europea de control migratorio, Ursula von der Leyen ha propuesto entre otras cosas crear centros de internamiento fuera del territorio común, según el ‘modelo Meloni‘ puesto en marcha esta misma semana en Albania. Los llaman «soluciones innovadoras», lo que pasado por el traductor de eufemismos equivale a «centros de internamiento», si no a «campos de concentración», y revela una visible aproximación a los postulados de mano dura defendidos por la ultraderecha.

Entretanto, también en Europa pero a miles de kilómetros de los centros de decisión, otra misiva de sentido muy diferente se estaba escribiendo. La dirigían los estudiantes de primero de secundaria de un instituto tinerfeño a los responsables del traslado de inmigrantes en edad escolar. Contaban que días antes uno de sus compañeros de clase había sido trasladado a otra isla sin previo aviso, sin darle siquiera la oportunidad de despedirse de ellos, y pedían respetuosamente que fuera devuelto al centro junto con otros muchachos en situación parecida. Sus argumentos no eran políticos ni ideológicos. En la carta solo hablaban de sentimientos como la tristeza, la amistad, el malestar, el sentido del compañerismo y el dolor por la pérdida, quizá porque a los doce años hay pocas razones tan poderosas como las que dicta el corazón.

A su lado palidecen los motivos de los partidos europeos, algunos de izquierda, cada vez más receptivos a las medidas de exclusión y rechazo, alentados por la alarmante popularidad que estas políticas están ganando en las encuestas. Pese a que nadie puede permitirse veleidades simplificadoras en una cuestión tan compleja, convendría recordar que si la inmigración es considerada un problema y no un fenómeno de múltiples caras, no pocas de ellas positivas, es en los propios migrantes en quienes recae la mayor parte problemática. Frente al tamaño de sus dramas, nuestros miedos a la invasión son meros melindres. Más inquietante resulta observar cómo los derechos humanos van perdiendo peso en la construcción de este nuevo orden mundial. Y tal vez también en nuestras conciencias, a las que los muchachos de Tenerife lanzan en su carta un toque necesario: «Se trata de personas, no de mercancía».

 

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