Camunidades acogedoras y misioneras, Capítulo I, apartado 2, Integración

Comunidades acogedoras y misioneras Identidad y marco de la pastoral con migrantes Exhortación pastoral

Documento aprobado por la CXXIV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española celebrada en Madrid del 4 al 8 de marzo de 2024.

Nota Bene.- Proseguimos la publicación de su texto íntegro, que estams haciendo por partes y progresivamente. Suprimimos las notas a pie de página. Hoy publicamos la 2ª parte del Capítulo 1, El Contexto.

1.2. Integración de las personas migradas en la sociedad

  1. Respecto a la distribución geográfica de la migración, la población migrada se ha concentrado especialmente a lo largo del arco mediterráneo, en las grandes urbes y sus áreas metropolitanas (Madrid, Barcelona, Alicante, Valencia, Málaga, etc.). No obstante, es difícil hoy encontrar un pueblo en España en el que no vivan una o varias familias migradas. Así, la realidad de la migración tiene particularidades en las diferentes diócesis. En algunas es grande el número de extranjeros que eligen España como país de residencia o para su jubilación. Estas personas también han migrado, aunque no lo hicieran por razones económicas, por tanto, las consideraremos igualmente destinatarias de las propuestas de este documento. Si en las grandes urbes la migración se inserta en el sector servicios, en las diócesis con grandes explotaciones agrarias y ganaderas los migrantes se emplean como mano de obra agrícola y ganadera, en ocasiones temporera. Si en la mayoría de los casos los migrantes llegan a través de los aeropuertos, en las diócesis de frontera, por el contrario, tienen que afrontar las terribles circunstancias de quienes llegan por la ruta atlántica y mediterránea. Esta realidad daría pie a una reflexión conjunta entre diócesis que comparten circunstancias y desafíos similares fomentando el intercambio, la coordinación y las buenas prácticas. Sin olvidar la conveniencia de atender la peculiaridad de ciudades como Ceuta o Melilla, y la importancia de conectar con otras diócesis más al sur como Tánger, Rabat, la prefectura del Sáhara Occidental y otras del noroeste africano concernidas por la ruta atlántica.
  2. Un estudio presentado por Cáritas Española en colaboración con el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia de Comillas nos muestra cómo la población de origen inmigrante está fuertemente arraigada en España. La gran mayoría de las personas migradas llevan más de diez años en nuestro país, con una edad media de 37 años frente a los 45 de los nacionales y una tasa de natalidad de 1,35 %, frente al 0,6 % de los nacionales; han formado sus familias aquí y han elegido nuestro país para desarrollar su proyecto vital. Los migrantes han contribuido así a paliar el invierno demográfico que experimenta la población autóctona, cuya tasa de natalidad en 2022 se situaba en el 1,19 %, lejos del 2,1 % necesario para la reposición generacional. No obstante, este arraigo en nuestra sociedad no se corresponde con una equiparación socioeconómica con la población autóctona. Las personas migradas sufren mayores índices de desempleo o subempleo, acceden con menor intensidad a las políticas sociales, y sufren mayor vulnerabilidad social. El ingreso medio por hogar de la población migrada es el 50 % del correspondiente a los hogares de origen autóctono, anclando sus hogares a un alto riesgo de pobreza y exclusión. Esta vulnerabilidad se acentúa en el caso de las personas extranjeras en situación irregular, ya que sufren mayores vulneraciones de derechos, lo que provoca que la exclusión social les afecte tres veces más.
  3. 13. En este sentido la población migrada se ha integrado mayoritariamente dentro de las clases populares nativas, compartiendo barrios, servicios sociales y espacios vitales, todo ello dentro de una precariedad laboral, una vulnerabilidad constante y un elevado riesgo de pobreza y exclusión. No obstante, y en contra de la imagen estereotipada, la población migrada se beneficia proporcionalmente mucho menos de los programas de protección social. Solo el 15 % de los migrados desempleados percibe alguna prestación frente al 50 % de los nacionales desempleados y, a pesar del mayor índice de vulnerabilidad, tan solo el 12,5 % de los hogares formados por personas migradas percibe rentas del sistema de protección pública. Es el capital social, el conjunto de relaciones y vínculos principalmente con otros compatriotas, pero también con la población autóctona, lo que dota de una gran resiliencia a los migrantes, proveyendo de recursos básicos —alojamiento, trabajo, y apoyo emocional— fundamentales para su arraigo y desarrollo. Así pues, a la luz de estos breves datos señalados, podemos afirmar que la presencia de población migrada no es algo circunstancial, sino que se ha convertido en un rasgo definitorio de nuestra sociedad, en la que la gran mayoría de las personas han venido para quedarse, formando aquí sus familias, desarrollando sus procesos vitales y participando sustancialmente en la dinámica social de nuestro país. La sociedad española se ha transformado así en una sociedad más diversa en sus procedencias geográficas y culturales, pero también en sus raíces religiosas (católicos, protestantes, ortodoxos, musulmanes, etc.), un aspecto fundamental que tener en cuenta de cara a una acción pastoral que quiera ser realmente misionera y evangelizadora, que va siendo cada vez más fermento y parábola de interculturalidad.
  4. Como conclusión, la población migrada está bastante bien arraigada en nuestra sociedad y goza en general de una integración buena pero mejorable, sobre todo en algunos contextos geográficos o sociales. Sin duda, a este clima de convivencia fundamentalmente cordial y pacífico ha contribuido el consenso entre los principales actores sociales —instituciones, la mayoría de partidos políticos, sindicatos, ONG— rechazando la propagación pública de discursos hostiles y racistas, que algunos actores políticos utilizan para sus intereses. Las relaciones entre la población migrada y la nativa son cada vez más habituales. Aunque persista cierto distanciamiento y segregación, las redes sociales de ambas poblaciones se van integrando paulatinamente. No obstante, estudios de Cáritas advierten sobre la conflictividad latente en algunos barrios y alertan en torno al desafío identitario de la segunda generación. En ocasiones, encontramos núcleos de migrantes, europeos o de otros continentes, agrupados en zonas de residencia donde se sienten más arropados, con el riesgo de aislarse en burbujas según procedencia, religión, posición económica o nacionalidad. Esta segregación socioeconómica y étnica de una parte de la población migrada puede aparecer como una dificultad para la inclusión o, en ocasiones, ser percibida como amenaza para la paz social, por tanto, reclama en todos mayores esfuerzos para construir una sociedad más justa y fraterna, una verdadera cultura del encuentro.
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