Además de insolidaridad, ceguera; echar a los que nenesitamos.

 

Inmigración sobre nuestras conciencias

Se cumplen 25 años de la primera tragedia migratoria documentada en la ruta hacia las islas Canarias, cuando nueve jóvenes marroquíes morían ahogados a solo unos metros de la isla española de Fuerteventura. Desde entonces, otras 21.000 víctimas han perecido en esa ruta.

Nada parece poder detener el constante flujo de las pateras, que siguen llegando día a día, minuto a minuto. En lo que va de 2024, ya son 27.000 los migrantes llegados a España en forma irregular, un 160,8% más que en el mismo periodo de 2023. Huyen de países azotados por guerras civiles y conflictos armados, de la pobreza extrema y del hambre, de la persecución a las personas LGTBI, de (en el caso de las mujeres) la mutilación genital y los matrimonios forzosos. ¿Es preciso decir que buena parte de las guerras de las que huyen son provocadas por las potencias occidentales?

Las estadísticas indican que desde 2014 unas 4.000 personas mueren cada año en las rutas migratorias, aunque en 2023 fueron unas 8.000 víctimas.  El número real, sin embargo, es sin duda mucho mayor.

Pero nunca como hoy habían sido víctimas de tanto odio. Grupos o partidos políticos vinculados a la extrema derecha los presentan como amenazas para la ciudadanía, afirmando que vulneran nuestra seguridad y nuestros derechos, que nos quitan el trabajo, que se benefician de ayudas gubernamentales infinitas, que colapsan el sistema sanitario…

La mayoría de los inmigrantes sin documentos que llegan a España lo hacen por los aeropuertos. Y los países de donde vienen son sobre todo Venezuela, Colombia, Honduras… En España viven muchos más ucranianos que subsaharianos, y tenemos medio millón de ingleses e italianos y 300.000 alemanes viviendo permanentemente en nuestro país. Pero ellos no tienen problemas.

El odio, con sus esenciales componentes racistas y clasistas, se ceba en los musulmanes y los negros, que no llegan al 10% de los inmigrantes indocumentados. Por cada ocho latinos que reside sin papeles en España, hay solo un africano o magrebí. A ellos se les acusa de violar a nuestras mujeres y de cometer todo tipo de delitos, aunque los datos dicen que el porcentaje de delitos cometidos por ellos no es mayor que los cometidos por los españoles.

La extrema derecha es experta en bombardearnos con mensajes de odio y xenofobia para justificar lo injustificable.

Es oportuno recordar que el 58% de la mano de obra mundial (unos 2.000 millones de personas), trabaja en el sector informal, con protección social mínima y sin derechos laborales; y que la tasa de desempleo entre los jóvenes entre 15 y 24 años se sitúa en el 45,4%. Cada vez más personas se enfrentan a los efectos adversos de la catástrofe climática. De acuerdo al Banco Mundial, en 2050 habrá en el mundo al menos 216 millones de refugiados climáticos.

He ahí las razones por las que salen de sus países. La razón por la que deben realizar las peligrosas travesías del Sahara, el Mediterráneo o el Atlántico hay que buscarlas en las inhumanas políticas de la Unión Europea, impregnadas del mismo racismo, xenofobia y aporofobia que propala la extrema derecha, que les niega las vías seguras y los obliga a elegir itinerarios de muerte. Unas políticas que normalizan la externalización de fronteras y la deportación. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, acaba de visitar Mauritania, Senegal y Gambia, para reforzar esa externalización.

La reelegida presidenta de la Unión Europea, Úrsula von der Leyen, ha anunciado una mayor eficacia en las devoluciones de los inmigrantes a sus países o a otros, y ha prometido multiplicar por tres el presupuesto y el personal de Frontex (que pasará de 10.000 efectivos a 30.000), el mecanismo represivo que se ha visto envuelto en vergonzosos episodios de violaciones a los derechos humanos y de corrupción. Ni una sola palabra de Von der Leyen sobre vías legales y seguras o de proteger a las personas.

Solo un 2% de la gente que sale de su país llega a Europa, según la Organización Internacional de Migraciones. El resto desaparece, muere o se rinde. Los que llegan, muy pronto son devueltos. España rara vez acepta como refugiados a los solicitantes africanos. Es el país de Europa que tiene el nivel más alto de denegaciones de asilo; solo concede el 12% de las solicitudes.

Ellos envían cantidades importantes de dinero para sostener a sus familias. En el año 2000 mandaron 128.000 millones de dólares; en 2022, fueron 831.000 millones. Pero la irregularidad se convierte en el caldo de cultivo perfecto donde se alimentan los empresarios carroñeros para explotar a un sector debilitado, a sabiendas de que nadie va a denunciar.

Por otra parte, el torpe modelo migratorio europeo amenaza ya los intereses de nuestras propias economías. Necesitamos a los inmigrantes para sostener su desempeño económico y financiar pensiones, sanidad y otros servicios. El cálculo más reciente del Banco de España estima que necesitaremos 24 millones de migrantes más a lo largo de los próximos 30 años.

 

 

 

 

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